El terrible lastre de la sub cultura de la corrupción
y el soborno como modo de la acumulación
de bienes y riquezas monetaria en Venezuela, existe en todos los sectores de la
sociedad, en desmerito de la cultura del trabajo creador y productivo, una
vieja enfermedad de la sociedad que viene arrastrando desde los tiempos de la
corte del Rey Carlos IV, de las famosas fiestas secretas de la reina Maria
Luisa, quienes regaron el germen de la podredumbre en la forma de gobernar en
la pequeña provincia de la Venezuela de otrora.
En la
actualidad se une la violencia, hija de la corrupción, que baña de sangres las
calles, no la sangre que purifica la patria que la dignifica aquella sangre
forjadora de libertad de aquellos hombres y mujeres que nos heredaron la
independencia.
No es la
sangre de la subcultura de la muerte, donde los medios de comunicación la
utilizan, la promocionan, y la siembra en la psiquis de los usuarios, que como
autómatas se sientan a recibir millones de informaciones violentas, que
transforma la subjetividad y la convicción
de la imposibilidad de vivir en paz, en democracia y en la confianza de que es
posible la realización del bien común.
Si
nosotros no cambiamos, de nada valdría cambiar la realidad exterior. Es por
ello que es necesario el fortalecimiento de la ética en lo individual y luego en
lo colectivo, basado en las
transformaciones sociales progresistas de los siglos XX, XXI son frutos en América
de las revoluciones éticas, fundamentadas en la herencia legada de Simón
Bolívar, basado en la cultura de la vida, esencia
de la cultura de nuestros ancestros, la armonía y el comportamientos en nuestra
familias y en la sociedad, con la naturaleza y la convivencia por medio del
consenso, equilibrio hombre naturaleza, donde todo es vida, donde todo está en
su lugar, donde nada falta ni sobra, donde no se puede vender la tierra, ni el
territorio.
La ética
y la moral busca afianzar los valores inalienables, que deben estar presentes
en nuestras vidas cotidianas. El amor, la responsabilidad moral, porque todos
somos ética y moralmente responsable de lo que está sucediendo en la
actualidad, la corrupción en el estado hace que un niño sea más pobre, un niño
que no puede ser niño, que no puede jugar, sin duda que será el criminal del
mañana. Un recurso que se desvié de su cauce, sin duda en el pueblo traerá miseria
y muerte.
De aquí
nace el sentimiento de solidaridad, de desprendimiento personal que debe tener
todo ciudadano nacido en estas tierras, se trata de comprender y aceptar que el ser
corrupto es una escoria humana, piltrafa en la sociedad, que todos debemos de
repudiar sin importar el color de su ideal, porque solo la miseria, es su piel,
que lo envuelve, lleno de maldad, la ambición es el legado que persigue sin
importar la causa de su acción.
Todos
debemos ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente, de cada quien según su
trabajo, a cada cual según sus necesidades, todos estamos llamado a ser
protagonistas en la construcción de una sociedad más humana, hagamos sentir el
dedo acusador en todas partes, en todo momento, que no se sienta aceptados y ni
siquiera bienvenidos, a compartir con personas justas.
Porque jamás
aceptaremos como normal esta conducta ambiciosa y ruin como algo normal de la
sociedad, la ética y la moral, en el fondo, trata de la vida humana y busca esa
fuerza creadora que nos haga sentir personas con dignidad.
La ética
y la moral nos llaman a transformarnos en hombres nuevos, que no pude pensarse
ni concebirse uno sin lo otro, la conciencia moral constituye el motor para
dejar atrás la prehistoria humana, y entrar definitivamente a la verdadera historia, la sociedad realmente
humanista.
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